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jueves, 2 de junio de 2011

ORATORIA

     Tres son las partes esenciales de la oratoria: el orador, el lenguaje y el discurso; estas tres partes pueden ser perfeccionadas por medio de esas disciplinas que genéricamente se conocen con el nombre de educaciones.  
imCualidades y aptitudes del orador.

Si nosotros hemos escuchado a un buen orador y nos hemos puesto a meditar sobre las causas de la admiración o el agrado que nos ha causado escucharlo, tal vez habremos notado que son varias cosas las que, reunidas nos han producido esa admiración o ese agrado.

Ya tenemos las “cualidades que hacen al buen orador”: volvamos a repetirlas rápidamente: son en primer término, el dominio de la voluntad que da la postura, la facilidad o la corrección. El cultivo de la voz que proporciona un tono agradable y flexible capaz de los matices más variados. El cultivo de la inteligencia, que nos da la comprensión de los conocimientos y las palabras que nos da la facilidad de expresar nuestros pensamientos en una forma bella e interesante. 
ACTITUDES DEL ORADOR
Todo esto a que el orador ha de adoptar ciertas actitudes que le son necesarias para cumplir con su función social se debe ejercer en bien de la comunidad.
El orador, por simple hecho de pronunciar un discurso en el que desarrolla un tema, está ejerciendo la nobilísima profesión de instruir. La función social de todo comunicador docente es instruir pronunciando discursos didácticos. El verdadero orador se dirige a un auditorio heterogéneo, no solo a un grupo de personas que pertenecen a un mismo nivel, sino que está capacitado para hablar a un grupo complejo de personas de distinta índole; hombres, mujeres, jóvenes, estudiantes, obreros, empleados, profesionales, ricos, pobres, políticos, burgueses, burócratas o aristócratas. Un orador que escogiera su público o su auditorio no sería un auténtico orador.

La construcción del discurso
En un discurso se distinguen tres partes: Introducción, Desarrollo y Cierre. Pero, el primer requisito es que el orador tenga claro el objetivo de su discurso: Para qué habla, qué quiere lograr, sobre qué cosa quiere persuadir al interlocutor o al auditorio. En segundo término, a quién le habla: cuáles son las personas a las que está destinado aquello que se dice; cómo son, qué los caracteriza. Una vez esclarecido este aspecto del discurso, se busca un título dinámico y atractivo para captar la atención del auditorio, y recién entonces  se le da un orden a la exposición.

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